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Omega 3 en el paciente hospitalizado

DRA. VANESSA FUCHS TARLOVSKY, SERVICIO DE ONCOLOGIA, Hospital General de México

El EPA y el DHA (ácidos grasos poliinsaturados) son importantes componentes estructurales de los fosfolípidos de las membranas, además de ser el sustrato para la formación de una serie de derivados lipídicos llamados eicosanoides, los cuales ejercen importantes acciones en el metabolismo celular1. También son principales componentes en las terapias de nutrición parenteral o enteral.

Los ácidos grasos poliinsaturados (AGPI), principalmente el α-linolénico (ALA, 18:3 n-3), son considerados esenciales debido a que los seres humanos somos capaces de sintetizarlos. Su obtención se da a partir de los alimentos en la dieta, a través de nutrición parenteral o enteral y una vez obtenidos se convierten en ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga a través de elongasas y desaturasas formando el ácido eicosapentaenoico (EPA) y posteriormente se transforma en ácido docosahexaenoico (DHA)2

El paciente con traumatismo craneoencefálico (TEC) grave (Glasgow ≤ 8) presenta un estado de hipercatabolismo con gran producción de citoquinas, hormonas contrarreguladoras (cortisol, glucagón, norepinefrina), y otras hormonas de estrés (cortisol, prolactina, hormona del crecimiento). También aparece una alteración del metabolismo de los hidratos de carbono con neoglucogénesis, así como resistencia a la insulina con hiperglucemia; aumento de lipólisis, y alteración del metabolismo proteico caracterizado por un gran catabolismo de la proteína corporal con predominancia a nivel del músculo y con balance negativo de nitrógeno.

Este estado hipercatabólico puede llevar a una situación de desnutrición, complicando la evolución del paciente y empeorando el pronóstico. Algunos estudios sugieren que la suplementación con ácidos grasos omega 3 mediante nutrición parenteral, puede tener un valor potencial en el tratamiento de los pacientes con TEC, debido a la disminución de la producción de eicosanoides proinflamatorios derivados del ácido araquidónico (AA), mediante la inhibición competitiva sobre las insaturadas ciclooxigenasa y lipooxigenasa. Además de regular varios procesos dentro del cerebro, como la neurotransmisión, supervivencia neuronal, neurogénesis y neuroinflamación2 .

La respuesta inflamatoria sistémica que desarrollan los pacientes críticos frente a la sepsis o injuria tisular liberando mediadores proinflamatorios como TNF-alfa; inmediatamente después se elevan las concentraciones de Interleukina-6 lo que marca el punto máximo de la inflamación aguda. En respuesta a esto, el organismo desarrolla la etapa antiinflamatoria de contra-regulación, la cual consiste en la liberación de citoquinas (principalmente interleukina-10), disminución de la activación de neutrófilos y apoptosis de linfocitos, lo cual lleva al paciente a un estado inmunodeprimido. Esto permite entender la razón por la cual el aporte de Omega-3 podría ser útil en el paciente crítico desde el inicio de su cuadro inflamatorio sistémico.

Se ha constatado que el efecto es rápido a partir del segundo día de administración de una emulsión lipídica rica en Omega-3 mediante nutrición parenteral, además de observarse una disminución del nivel de citoquinas inflamatorias. Otro mecanismo mediante el cual la suplementación con Omega-3 beneficia a los pacientes críticos se relaciona con la transcripción génica. Se ha demostrado que el EPA logra disminuir los niveles del factor de necrosis tumoral (TNF-a), un potente mediador de la activación endotelial y la respuesta inflamatoria. El EPA inhibe la transcripción del gen del TNF-a, mediante la disminución de la activación del factor nuclear K-b (NF-kb), el cual se encuentra en el citoplasma y debe ser translocado al núcleo para activar al promotor del gen del TNF-a. Como consecuencia de una menor síntesis de TNF-a, se observa una menor respuesta inflamatoria endotelial y un menor efecto trombogénical3 .

Diversos estudios basados en esta hipótesis se han realizado en los últimos 20 años y los prometedores resultados hicieron que en 2006-2009 muchas guías (ASPEN, ESPEN, CCP) recomendaran formulas enterales con ácidos grasos omega-3 4 .

Sin embargo, se realizó una revisión reciente en donde Manzanares et al, evaluaron el efecto de una emulsión lipídica a base de omega-3 vs aceite de soya (rica en omega-6), donde no se observó efecto en la mortalidad, duración de la ventilación, infección o en el tiempo de estancia en terapia intensiva. En otro estudio no se observó ningún efecto significativo en la mortalidad con el uso de los omega-3 en nutrición parenteral (p=0.15). Mientras tanto, la suplementación enteral redujo significativamente la mortalidad (p=0.007), a pesar de la limitación en el tamaño de la muestra.

Como conclusión, no hay evidencia convincente de que la suplementación de ácidos grasos omega-3 tenga un rol de nutrición parenteral o enteral en el paciente críticamente enfermo o pacientes con síndrome de dificultad respiratoria aguda (ARDS) 4. No obstante, la duración de la ventilación mecánica se redujo con nutrición de ácidos grasos omega-3.

Se ha encontrado que la nutrición con ácidos grasos omega-3 puede prevenir la disfunción orgánica en sepsis. En ensayos controlados-aleatorizados (278 casos de sepsis), los ácidos grasos omega-3 han desempeñado un beneficio en la sepsis, al inhibir nuevas disfunciones orgánicas. 5 .

Al estudiar el efecto de la nutrición enteral con EPA/GLA y antioxidantes, en pacientes con estados tempranos de sepsis con disfunción orgánica asociada, mostraron una relentización de la progresión de la sepsis, menor tiempo de permanencia, menor incidencia y menor duración de la ventilación mecánica, no obstante, no se encontró reducción de la mortalidad a 28 días. 6 .

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